REFLEXIÓN SOBRE LA DROGA DE JUAN FRANCISCO SANTANA
Las casualidades existen y de eso tengo más de un ejemplo, vivido en primera persona. A modo explicativo, ayer viernes una alumna se me acercaba y me preguntaba si yo había tenido algún tipo de experiencia con las drogas. Le contesté que no, simplemente porque siempre he deseado ser yo mismo y no dedicarme a vivir un carnaval aburrido en el que los que se disfrazan tienen la necesidad de vivir otras experiencias, otras realidades, otras vidas porque, entre otras razones, la suya no le es lo suficientemente atractiva. Le seguí diciendo que mi vida era y sigue siendo apasionante, un sueño hecho realidad, una aventura a la que hasta ahora no le he encontrado final, una andadura apasionante y repleta de objetivos que se han ido cumpliendo de forma satisfactoria, en la mayoría de los casos. Por todo ello siempre dije no a las drogas y más por el importante hecho de que con lo que nos puede dañar nuestra salud y nuestro existir no debemos jugar. Esa inquietud o salto al vacío puede tener un final infeliz y yo amo la felicidad diaria, los pequeños pasos y no ansío un mañana colmado. Sólo me interesan las pequeñas satisfacciones, los objetivos por cumplir y no voy más allá porque nunca he deseado tocar el cielo y sí tener los pies muy firmes sobre la tierra aunque, en multitud de ocasiones, me he visto en suelos pantanosos, en ciénagas, en tierras movedizas que me invitaban a saltar y lo he hecho, en ocasiones, debido a mi condición de ser humano imperfecto, pero creo que he sabido salir aunque, a veces, me hayan quedado marcas imborrables. Me comentó que uno de sus hermanos había tenido contactos con la droga y que creía que lo había superado. Espero y deseo que sea así.
Me encantan los proyectos realizables y no los que son inalcanzables aunque, en ocasiones, estos últimos debemos intentar hacerlos reales y entrar a jugar para ver si somos capaces de lograr aquello que parecía inalcanzable y utópico. Algunos de esos retos también los he abrazado y no he querido soltarlos y me aferro y aferraré a ellos hasta no más poder. Los primeros son los que dependen, casi en su totalidad, de tus propias capacidades y los segundos son aquellos de los que formas parte y el resultado no depende, de forma exclusiva, de tu esfuerzo y trabajo porque se trata de una labor de equipo y de un resultado que va más allá de tus deseos e inquietudes. Se trata de hacer prevalecer la verdad y la legalidad pero no siempre éstas salen victoriosas porque los intereses y las malas artes juegan también su papel.
Hoy sábado, como continuación al diálogo que mantuvimos la mencionada alumna y el que escribe, surgió una conversación con otra persona que me manifestaba, entre otras cuestiones, que había tenido una novia muy celosa, que se llamaba Heroína, que no le había dejado ser él y que no le permitió que gozara de la amistad y del encuentro con otras personas y con otras ilusiones y con otros proyectos. Le acaparaba a todas horas y se convirtió en su esclavo por veinticinco años de su vida pero, hoy, se sentía orgulloso de haber podido olvidar a aquella celosa y acaparadora amante, simplemente porque se dio cuenta, en el abismo y en los pantanos, que debía nadar y nadar para conseguir llegar a la otra orilla en la que le esperaban su otro yo, el verdadero y auténtico, la autoestima, la familia y los amigos de antaño.
Fue muy difícil y tuvo que remar y remar, sin descanso, porque las llamadas de aquella sirena le horadaban el cerebro y le invitaba, una y otra vez, a deambular de nuevo por aquellos paraísos perdidos en los que ambos desaparecían y olvidaban, incluso sus propios nombres, y se bañaban en el lodo y el tinte que es imposible borrar. Su marca la mostraba, esta mañana, como el recuerdo de algo a lo que fue capaz de vencer. Durante todos aquellos años sus venas sufrieron el paso de alucinaciones, de miedos, de temblores, de horrores que se extendían, a modo de alfombra de clavos, por todos los lugares que pisaba. Aquellos miles de pinchazos en sus desnudos e indefensos brazos hicieron que abrazara a otra novia, que surgió desde su voluntad y de su deseo de escapar del infierno, llamada Esperanza y a ella se aferró y se enamoró hasta el día de hoy en que siguen siendo amantes que se pierden en la luz y no en los terribles campos de la soledad y la noche más oscura.
Éste es un tema sobre el que no suelo escribir, entre otras razones, por mi elegida inexperiencia, pero en dos días consecutivos se han cruzado en mi camino dos seres que querían hablar de esa puerta que se cierra y, en la mayoría de las ocasiones, no nos deja salir y quedamos atrapados en un eterno y reiterativo sinvivir. La persona con la que tuve hoy el privilegio de hablar supo encontrar la manera, después de estar atrapado durante muchísimo tiempo, de abrir la cerradura de aquella pesada puerta y sentir el placer de volver a vivir y respirar aires de libertad y volver a enamorarse, esta vez de verdad, de un proyecto con futuro y de sentir la satisfacción de poder ayudar a otros a escapar de ese doloroso y aniquilador abrazo, simplemente sabiendo decir que no a esa amante inoportuna que se cruzó en su camino.
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